Justificador de realidades 2.0

Historias que nunca serán primera plana, aunque lo merezcan.

Hechos que pasan desapercibidos por falta de patrocinio.

El contenido de las noticias que leerán aquí no seran escritas desde el punto de vista de “la mosca en la pared”.

Por el contrario, el abordaje siempre será el de “la mosca en la pomada”

Montevideo Étnico

martes, 12 de agosto de 2014

El DESAFÍO

¿TU VERDAD O LA MÍA?

A menudo nos enfrentamos al desafío de evaluar una situación X. Algunas de estas situaciones X son más banales, más lejanas a nosotros, mientras que otras nos tocan mucho más de cerca, ya sea porque nos afectan directamente o porque su coletazo golpea nuestros ideales, nuestros genes, nuestra ascendencia o religión. Cuando se trata de éstos últimos casos, donde nuestra participación directa o indirecta se hace mucho más evidente, el gran desafío consiste en pararnos frente a esa situación X de la manera más objetiva posible, tratando de ser lo más imparciales que podamos. Claro está, ir en búsqueda de ese desafío está en cada uno y no todo individuo busca esta meta. Pero igual de claro está que quien sí lo desea, quien sí se esfuerza puede apreciar lo difícil que es esta tarea, partiendo de la base de que la objetividad absoluta no existe, pues sea cual sea la situación que se nos presente, por lejana o cercana que sea la misma, los que cargamos desde nuestro nacimiento con una infinidad de cargas subjetivas en nuestras espaldas somos nosotros mismos.

Cuando juzgamos un hecho, ¿nos imaginamos qué haríamos nosotros en la misma situación, o cómo la juzgaríamos si estuviéramos directamente involucrados? Si creemos que algo está mal, ¿se supone que está mal según quien lo haga?

En todo conflicto, donde hay dos o más partes, cada una con un interés en particular que no coincide con el de la otra parte, por lo general todos justifican y justifican, de un lado u otro. Si usted amigo mío está involucrado en el tema, si pertenece a algún lado de la trinchera ideológica en cuestión, espero que tenga la valentía suficiente de intentar al menos (aunque seguramente con pocas chances de éxito) pararse frente a los hechos despojándose hasta donde sea posible de las cargas que trae consigo desde hace mucho. No es fácil, pero intente ver un hecho sin estar buscando en su mente la posible justificación en caso de que el hecho deje mal parado al bando al que usted pertenece. Trate de entender el hecho en vez de buscar una respuesta inmediata para justificar la acción tomada ¿Podrá usted hacer eso?

Cuando el odio se hace muy profundo, cuando te lo inculcan muy hondo en tu ser desde niño, se te hace imposible, o casi imposible revertirlo y mirar las cosas desde otro lugar que no sea el aposento de odio en el que te enseñaron a vivir, se te complica pensar que quizás no todo es como te lo pintaron o contaron. Lo mismo ocurre si estás embarcado en una causa por defecto, porque así se te dio desde que tuviste conciencia, donde quizás no haya un odio de por medio, pero sí lo que vos crees con todo tu ser que deberías defender, entonces se te hace increíblemente arduo ver que del otro lado también son seres humanos los que pelean por sus ideales, los que sufren, o en caso extremo mueren, igualitos a los tuyos, ni con más ni menos derechos que los tuyos, pero cuando todo lo que sos, tu esencia se traduce en las justificaciones que se te inculcaron desde chico, viviste y creciste viendo al otro como el malo y a los tuyos como los buenos, o a los del otro lado como los agresores y a los tuyos como los defensores (estamos hartos de escuchar que todo ataque es por defensa), se te hace muy difícil hacer un click. ¿Ha logrado acaso alguna vez “el bien” triunfar “sobre el mal”? ¿Cuál es la lucha del bien contra ese supuesto mal? En el nombre del bien contra el mal, en el de Dios contra los infieles, en el de los justos contra los injustos, o aquellos que creen merecer una tierra prometida contra otros que se creen legítimos dueños de las mismas, nuestros hermanos se han matado siglo tras siglo. ¿Y que se ganó con tanta sangre derramada, tantos sueños rotos, tanta miseria acumulada? Estoy seguro que de que a vos que estás viendo todo desde adentro, o que crees que estás adentro, involucrado en cualquier tipo de disputa que conlleve el terror, el pánico y la miseria en el nombre de una “causa justa”, se te hace imposible entender esa otra realidad y ver las cosas desde afuera, sino que siempre tratarás de esclarecer los motivos por los cuales vos estás del bando que estás y por qué todo lo que tu bando hace está justificado, mientras los de la vereda de en frente están equivocados en todo. Si lo ves así, te entiendo, no te juzgo, pero también me compadezco de vos, porque en cierto grado a mí también me tocó vivirlo; entiendo que puedas verlo de esa manera cuando desde que naciste hasta ahora (o por eventos posteriores de la vida) alguien del otro bando te haya matado una madre, un hermano, un tío, un amigo, le haya hecho daño a tu país, a tu pueblo o simplemente haya estado defendiendo una causa que al parecer va en contra de la tuya. Te entiendo. Pero así como te entiendo, me compadezco de tu imposibilidad de despojarte de aquello que te hace ver los hechos desde un solo ángulo.

Por otro lado están también aquellos que lo viven todo desde fuera, pero en el polo opuesto. No solo no están involucrados en ningún asunto, sino que tampoco intentan aproximarse al mismo, intentar imaginar qué es lo que está sucediendo y por qué. Esto se ve mucho en estas latitudes, contrastando a su vez con aquellos que sobre todo opinan y sobre todo debaten con los sensacionalismos de turno, encontrando como disparador una imagen horrible que una amiga posteó en facebook.

Hace muchos años la madre de un gran amigo mío los trataba de inadaptados y estúpidos a los palestinos que tiraban piedra y los israelíes que disparaban con sus armas estadounidenses en una batalla que en ese momento mostraba el canal 12. En otro momento similares opiniones eran emitidas sobre tribus africanas que luchaban contra guerrillas en movimiento por todo el continente negro. Ya en ese momento, siendo yo un pendejo me tomé el atrevimiento de enfrentarla, no defendiendo ni a unos ni a otros – pues nada tenía que ver yo con aquellos asuntos, ni siquiera tenían relación a mi país de nacimiento –, sino diciéndole que para ella, quien había nacido en la República Oriental del Uruguay, donde lo más fuerte que había oído en su vida había sido una bomba brasilera en Navidad haciendo que su gran preocupación fuera que sus perros no sufrieran, para ella era imposible siquiera intentar entender a los participantes de aquella batalla. Y ojo, digo entender, no justificar. La esperanza que yo tenía de pibe, era al menos tener la posibilidad o el interés por mirar, aprender y estudiar aquellas cosas, para acercarme quizás un poco a las lógicas de comportamiento de nuestra especie. En lo que sí coincidimos en aquél momento mirando los bombardeos israelíes fue en que mirando aquellas escenas e imaginándonos allí, la percepción que uno tenía era como si un hermano mayor estuviera castigando cruelmente a su hermano menor porque este último le había roto un juguete. Nos daba la impresión de que el hermano grande abusaba indiscriminadamente de su fuerza bruta para aplastar al menor sacando toda su ira, llevando la venganza mucho más allá de lo que nuestra relativa moralidad nos indicaría. Pero claro, cada uno tenía sus motivos, ¿y cómo podríamos nosotros entender y juzgarlos a la distancia?

Pero entonces claro, entre todo este discurso siempre aparece el energúmeno que se piensa que pensar en la paz es “de ignorante o miss universo” y te escribe un decálogo de los genuinos motivos por los que no hay que abandonar las armas, y empieza a enumerar decenas, centenares de errores del bando contrario que en teoría son las únicas razones por las cuales su nación está en conflicto. Lo que jamás ven ese tipo de personajes, son los errores de su propio grupo, sino que todo lo explican como una consecuencia del error del adversario, todo como una respuesta justificada al atropello del otro, del atacante. Esos energúmenos – de los cuales me he encontrado algunos en debates de redes sociales – fueron engendrados y luego alimentados por ese odio, con eternas sesiones de lavandería cerebral que los hacen convencerse de que el único camino es la guerra hasta que el rival se rinda. Centenares de discursos les son pronunciados con documentos históricos (muchas veces falsos) con el fin de alimentar ese monstruo interior que se encargue de mantener vivo el motivo de la lucha, alejando lo máximo posible cualquier indicio de cordura, de pensar que quizás no todo lo que hago está justificado. Por supuesto que en un conflicto que lleve años, siempre habrá cosas para retrucar a los otros, ¿pero qué pasaría si al ver los del lado opuesto, vos, los empezás a ver como “seres humanos iguales a los tuyos” en vez de “seres humanos que quieren matar a los tuyos” o “seres humanos a los que hay que eliminar”? Debo decir que estos seres son complicados, pues cualquier intento de una mínima aproximación a un punto de acuerdo desencadenará un debate sin sentido donde el energúmeno de turno intentará demostrarte las mil una razones por las que no hay que abandonar las armas. Y entiendo, entiendo que decirle eso a alguien que desde que nació creció creyendo que debía luchar contra el otro bando, y de que sus razones eran mejores y más válidas que las de los otros, es en cierta manera arruinarle la vida. Pero aunque sea en la ficción a todos nos ha pasado tomar parte, tomar un lado como espectadores de un conflicto específico, mirando una película, leyendo un libro o viendo una obra de teatro. Si el protagonista es de un grupo, por más que no estemos de acuerdo con su causa festejaremos cuando mate al contrario, cuando se salve por un pelo de un ataque enemigo y sufriremos deseando que ese personaje salga victorioso. ¿Pero qué pasa cuando el autor nos pone en el mismo nivel a integrantes de ambos bandos, nos muestra sus lados más humanos, hace que nos encariñemos con ellos? ¿Cuál de los dos tiene la verdad? ¿Cuál queremos que salga vivo de la historia para casarse con su amado o amada? Me tomo el atrevimiento de recomendarles en ese sentido un libro y una película. Como libro, “La caída de los gigantes” de Ken Follet, como película “cartas de Iwo Jima” de Clint Eastwood.

Entonces, si usted amigo mío - o desconocido que lee esto a través de Montevideo Étnico - llegó a leer todo esto sin dejarse llevar por la bronca de sentirse tocado por alguno de los comentarios, espero que entienda mi punto de vista. No es de miss universo desear la paz en el mundo como sostenía un energúmeno de turno en una red social hace pocos días, tampoco lo es de ignorante, es simplemente un deseo de una persona que quiere vivir en paz y que está cansada de ver tanta violencia en el mundo entero, no solo en Israel y Palestina como se habla tanto ahora, sino en el mundo entero. Es una persona que está en contra de la hipocresía de justificar la violencia según del lado del que venga, que simplemente está en contra de la violencia y que no puede creer como el agredido se convierte en agresor según las oportunidades de la vida. Es el deseo utópico quizás de alguien que aborrece a aquellos que aprueban este texto genérico con un vigoroso movimiento de cabeza, lo comparten en facebook y aplauden de pie, pero cuando los mismos conceptos se tienen que aplicar a un conflicto X en que ellos se vean involucrados de algún modo, acuden inmediatamente a las justificaciones y discursos archivados y aprendidos de memoria para defender la causa por la cual agreden los intereses de otros. Es el deseo de una persona que no puede creer que en algunas ocasiones los pueblos más sufridos de la historia sean fieles a la miseria humana y se conviertan en el fortachón que masacra con el pretexto de “la defensa”. Es de una persona que detesta que a cada rato haya muertos y oprimidos en algún lado, de la raza que sean, de la nacionalidad que sean y la ideología que defiendan. Viene de una persona que no para de leer y estudiar sobre las guerras de nuestra especie porque no puede creer que seamos capaces de repetir las mismas atrocidades una, y otra y otra vez en distintas épocas, en distintos momentos, en diferentes contextos a lo largo de toda nuestra historia. Es el pensamiento de la misma persona que cuando hace una declaración de paz en un comentario de facebook le ponés un “me gusta”, pero cuando usa esos mismos argumentos en un caso específico que te toca  de cerca, te molesta. Es el mismo que relató las absurdas causas que nos llevaron a la Primera Guerra Mundial hace cien años, acá mismo, en Montevideo Étnico.

Que vos que tenés la camiseta puesta, seas israelí, palestino, ruso, de Crimea, pakistaní, iraquí o estadounidense me puedas traer miles de motivos por los cuales estás combatiendo o apoyás a los que lo están haciendo en tu nombre, te lo respeto, y te entiendo, porque estás adentro, y por más que quieras no podés desprenderte de todo lo que te rodea, de todo lo que te formó desde pendejo. ¿Pero sabés por qué en el fondo quiero creer en mi utopía? ¿Sabés por qué, a pesar de ser totalmente pesimista con respecto a nuestra especie igual hago el intento de pregonar por la paz y de despojar de falsos motivos las justificaciones de la guerra? Porque de vez en cuando, muy de vez en cuando aparece alguno que logra desprenderse de todo y sueña como una “miss universo”, así como lo hago yo. Pero claro, vos eso no lo vas a poder entender. Vos que estás metido hasta la médula nunca lo vas a poder entender, y quizás si algo muy en tu interior te pide que lo hagas, no querrás hacerlo, porque no querrás traicionar todo por lo que luchaste hasta ahora, pero quizás, quizás otros sí lo hagan, como todos los que en el anonimato dieron refugio a judíos, eslavos o gitanos durante la segunda Guerra Mundial, o como estos muchachos, de los cuales seguramente debe haber también del otro lado de la trinchera, muchachos que reconocen en lo dicho aquí algo de elocuencia, algo que los incomoda, porque ven en los civiles muertos de la vereda de en frente a sus propios antepasados. Estos muchachos, que aparecen en el primer video que te dejo a continuación lograron lo imposible, demostrando que justamente no lo es, quizás sea extremadamente difícil, pero no imposible. Ellos lograron despojarse de las verdades a medias, de los eternos motivos que pretenden justificar lo injustificable.

Aprovechando el poder de una maravillosa obra de arte, utilizo como ejemplo el segundo video que les dejo a continuación, con su excepcional mensaje, más allá de que eleve el valor del cine en las conciencias de los humanos y sea una obra exquisita a mi entender, muestra que las realidades que antes nos golpearon nos siguen golpeando, somos nosotros los que elegimos entrar en la rosca o intentar convertirnos en seres pensantes.

Yo sigo creyendo de alguna manera, muy en el fondo en esa utopía, porque hay otros que alguna vez pensaron diferente a vos o siguen pensando diferente a vos, a muchos, como Israel Shahak, como el Dr. Norman Finkelstein o estos jóvenes judíos, así como hubo muchos iraníes que estaban convencidos de que matar iraquíes no los llevaría al cielo, como seguramente hay tantos judíos que aclaran que Israel no es sinónimo de judíos y repudian lo que ese Estado hace, así como hay palestinos que a pesar del sufrimiento no justifican las matanzas de civiles israelíes, así como alguna vez también hubo un tal Oskar Schindler.

Primer video:


Segundo video: