¿TU VERDAD O LA MÍA?
A menudo nos enfrentamos al desafío de evaluar una
situación X. Algunas de estas situaciones X son más banales, más lejanas a
nosotros, mientras que otras nos tocan mucho más de cerca, ya sea porque nos
afectan directamente o porque su coletazo golpea nuestros ideales, nuestros
genes, nuestra ascendencia o religión. Cuando se trata de éstos últimos casos,
donde nuestra participación directa o indirecta se hace mucho más evidente, el
gran desafío consiste en pararnos frente a esa situación X de la manera más
objetiva posible, tratando de ser lo más imparciales que podamos. Claro está,
ir en búsqueda de ese desafío está en cada uno y no todo individuo busca esta
meta. Pero igual de claro está que quien sí lo desea, quien sí se esfuerza
puede apreciar lo difícil que es esta tarea, partiendo de la base de que la
objetividad absoluta no existe, pues sea cual sea la situación que se nos
presente, por lejana o cercana que sea la misma, los que cargamos desde nuestro
nacimiento con una infinidad de cargas subjetivas en nuestras espaldas somos
nosotros mismos.
Cuando
juzgamos un hecho, ¿nos imaginamos qué haríamos nosotros en la misma situación,
o cómo la juzgaríamos si estuviéramos directamente involucrados? Si creemos que algo está
mal, ¿se supone que está mal según quien lo haga?
En
todo conflicto, donde hay dos o más partes, cada una con un interés en
particular que no coincide con el de la otra parte, por lo general todos
justifican y justifican, de un lado u otro. Si usted amigo mío está involucrado
en el tema, si pertenece a algún lado de la trinchera ideológica en cuestión,
espero que tenga la valentía suficiente de intentar al menos (aunque
seguramente con pocas chances de éxito) pararse frente a los hechos despojándose
hasta donde sea posible de las cargas que trae consigo desde hace mucho. No es
fácil, pero intente ver un hecho sin estar buscando en su mente la posible
justificación en caso de que el hecho deje mal parado al bando al que usted
pertenece. Trate de entender el hecho en vez de buscar una respuesta inmediata
para justificar la acción tomada ¿Podrá usted hacer eso?
Cuando
el odio se hace muy profundo, cuando te lo inculcan muy hondo en tu ser desde
niño, se te hace imposible, o casi imposible revertirlo y mirar las cosas desde
otro lugar que no sea el aposento de odio en el que te enseñaron a vivir, se te
complica pensar que quizás no todo es como te lo pintaron o contaron. Lo mismo
ocurre si estás embarcado en una causa por defecto, porque así se te dio desde
que tuviste conciencia, donde quizás no haya un odio de por medio, pero sí lo
que vos crees con todo tu ser que deberías defender, entonces se te hace increíblemente
arduo ver que del otro lado también son seres humanos los que pelean por sus
ideales, los que sufren, o en caso extremo mueren, igualitos a los tuyos, ni
con más ni menos derechos que los tuyos, pero cuando todo lo que sos, tu
esencia se traduce en las justificaciones que se te inculcaron desde chico,
viviste y creciste viendo al otro como el malo y a los tuyos como los buenos, o
a los del otro lado como los agresores y a los tuyos como los defensores
(estamos hartos de escuchar que todo ataque es por defensa), se te hace muy
difícil hacer un click. ¿Ha logrado acaso alguna vez “el bien” triunfar “sobre
el mal”? ¿Cuál es la lucha del bien contra ese supuesto mal? En el nombre del
bien contra el mal, en el de Dios contra los infieles, en el de los justos
contra los injustos, o aquellos que creen merecer una tierra prometida contra
otros que se creen legítimos dueños de las mismas, nuestros hermanos se han
matado siglo tras siglo. ¿Y que se ganó con tanta sangre derramada, tantos
sueños rotos, tanta miseria acumulada? Estoy seguro que de que a vos que estás
viendo todo desde adentro, o que crees que estás adentro, involucrado en
cualquier tipo de disputa que conlleve el terror, el pánico y la miseria en el
nombre de una “causa justa”, se te hace imposible entender esa otra realidad y
ver las cosas desde afuera, sino que siempre tratarás de esclarecer los motivos
por los cuales vos estás del bando que estás y por qué todo lo que tu bando
hace está justificado, mientras los de la vereda de en frente están equivocados
en todo. Si lo ves así, te entiendo, no te juzgo, pero también me compadezco de
vos, porque en cierto grado a mí también me tocó vivirlo; entiendo que puedas
verlo de esa manera cuando desde que naciste hasta ahora (o por eventos
posteriores de la vida) alguien del otro bando te haya matado una madre, un
hermano, un tío, un amigo, le haya hecho daño a tu país, a tu pueblo o
simplemente haya estado defendiendo una causa que al parecer va en contra de la
tuya. Te entiendo. Pero así como te entiendo, me compadezco de tu imposibilidad
de despojarte de aquello que te hace ver los hechos desde un solo ángulo.
Por otro lado están también aquellos que lo viven todo
desde fuera, pero en el polo opuesto. No solo no están involucrados en ningún
asunto, sino que tampoco intentan aproximarse al mismo, intentar imaginar qué es
lo que está sucediendo y por qué. Esto se ve mucho en estas latitudes,
contrastando a su vez con aquellos que sobre todo opinan y sobre todo debaten
con los sensacionalismos de turno, encontrando como disparador una imagen
horrible que una amiga posteó en facebook.
Hace muchos años la madre de un gran amigo mío los
trataba de inadaptados y estúpidos a los palestinos que tiraban piedra y los
israelíes que disparaban con sus armas estadounidenses en una batalla que en
ese momento mostraba el canal 12. En otro momento similares opiniones eran
emitidas sobre tribus africanas que luchaban contra guerrillas en movimiento
por todo el continente negro. Ya en ese momento, siendo yo un pendejo me tomé
el atrevimiento de enfrentarla, no defendiendo ni a unos ni a otros – pues nada
tenía que ver yo con aquellos asuntos, ni siquiera tenían relación a mi país de
nacimiento –, sino diciéndole que para ella, quien había nacido en la República
Oriental del Uruguay, donde lo más fuerte que había oído en su vida había sido
una bomba brasilera en Navidad haciendo que su gran preocupación fuera que sus
perros no sufrieran, para ella era imposible siquiera intentar entender a los
participantes de aquella batalla. Y ojo, digo entender, no justificar. La
esperanza que yo tenía de pibe, era al menos tener la posibilidad o el interés
por mirar, aprender y estudiar aquellas cosas, para acercarme quizás un poco a
las lógicas de comportamiento de nuestra especie. En lo que sí coincidimos en
aquél momento mirando los bombardeos israelíes fue en que mirando aquellas
escenas e imaginándonos allí, la percepción que uno tenía era como si un
hermano mayor estuviera castigando cruelmente a su hermano menor porque este
último le había roto un juguete. Nos daba la impresión de que el hermano grande
abusaba indiscriminadamente de su fuerza bruta para aplastar al menor sacando
toda su ira, llevando la venganza mucho más allá de lo que nuestra relativa
moralidad nos indicaría. Pero claro, cada uno tenía sus motivos, ¿y cómo
podríamos nosotros entender y juzgarlos a la distancia?
Pero
entonces claro, entre todo este discurso siempre aparece el energúmeno que se
piensa que pensar en la paz es “de ignorante o miss universo” y te escribe un
decálogo de los genuinos motivos por los que no hay que abandonar las armas, y
empieza a enumerar decenas, centenares de errores del bando contrario que en
teoría son las únicas razones por las cuales su nación está en conflicto. Lo
que jamás ven ese tipo de personajes, son los errores de su propio grupo, sino
que todo lo explican como una consecuencia del error del adversario, todo como
una respuesta justificada al atropello del otro, del atacante. Esos energúmenos
– de los cuales me he encontrado algunos en debates de redes sociales – fueron
engendrados y luego alimentados por ese odio, con eternas sesiones de
lavandería cerebral que los hacen convencerse de que el único camino es la
guerra hasta que el rival se rinda. Centenares de discursos les son
pronunciados con documentos históricos (muchas veces falsos) con el fin de
alimentar ese monstruo interior que se encargue de mantener vivo el motivo de
la lucha, alejando lo máximo posible cualquier indicio de cordura, de pensar
que quizás no todo lo que hago está justificado. Por supuesto que en un
conflicto que lleve años, siempre habrá cosas para retrucar a los otros, ¿pero qué pasaría si al ver
los del lado opuesto, vos, los empezás a ver como “seres humanos iguales a los
tuyos” en vez de “seres humanos que quieren matar a los tuyos” o “seres humanos
a los que hay que eliminar”? Debo decir que estos seres son complicados, pues
cualquier intento de una mínima aproximación a un punto de acuerdo
desencadenará un debate sin sentido donde el energúmeno de turno intentará
demostrarte las mil una razones por las que no hay que abandonar las armas. Y
entiendo, entiendo que decirle eso a alguien que desde que nació creció
creyendo que debía luchar contra el otro bando, y de que sus razones eran
mejores y más válidas que las de los otros, es en cierta manera arruinarle la
vida. Pero aunque sea en la ficción a todos nos ha pasado tomar parte, tomar un
lado como espectadores de un conflicto específico, mirando una película,
leyendo un libro o viendo una obra de teatro. Si el protagonista es de un
grupo, por más que no estemos de acuerdo con su causa festejaremos cuando mate
al contrario, cuando se salve por un pelo de un ataque enemigo y sufriremos
deseando que ese personaje salga victorioso. ¿Pero qué pasa cuando el autor nos
pone en el mismo nivel a integrantes de ambos bandos, nos muestra sus lados más
humanos, hace que nos encariñemos con ellos? ¿Cuál de los dos tiene la verdad?
¿Cuál queremos que salga vivo de la historia para casarse con su amado o amada?
Me tomo el atrevimiento de recomendarles en ese sentido un libro y una
película. Como libro, “La caída de los gigantes” de Ken Follet, como película
“cartas de Iwo Jima” de Clint Eastwood.
Entonces,
si usted amigo mío - o desconocido que lee esto a través de Montevideo Étnico -
llegó a leer todo esto sin dejarse llevar por la bronca de sentirse tocado por
alguno de los comentarios, espero que entienda mi punto de vista. No es de miss
universo desear la paz en el mundo como sostenía un energúmeno de turno en una
red social hace pocos días, tampoco lo es de ignorante, es simplemente un deseo
de una persona que quiere vivir en paz y que está cansada de ver tanta
violencia en el mundo entero, no solo en Israel y Palestina como se habla tanto
ahora, sino en el mundo entero. Es una persona que está en contra de la
hipocresía de justificar la violencia según del lado del que venga, que
simplemente está en contra de la violencia y que no puede creer como el
agredido se convierte en agresor según las oportunidades de la vida. Es el
deseo utópico quizás de alguien que aborrece a aquellos que aprueban este texto
genérico con un vigoroso movimiento de cabeza, lo comparten en facebook y
aplauden de pie, pero cuando los mismos conceptos se tienen que aplicar a un
conflicto X en que ellos se vean involucrados de algún modo, acuden
inmediatamente a las justificaciones y discursos archivados y aprendidos de
memoria para defender la causa por la cual agreden los intereses de otros. Es
el deseo de una persona que no puede creer que en algunas ocasiones los pueblos
más sufridos de la historia sean fieles a la miseria humana y se conviertan en
el fortachón que masacra con el pretexto de “la defensa”. Es de una persona que
detesta que a cada rato haya muertos y oprimidos en algún lado, de la raza que
sean, de la nacionalidad que sean y la ideología que defiendan. Viene de una
persona que no para de leer y estudiar sobre las guerras de nuestra especie
porque no puede creer que seamos capaces de repetir las mismas atrocidades una,
y otra y otra vez en distintas épocas, en distintos momentos, en diferentes
contextos a lo largo de toda nuestra historia. Es el pensamiento de la misma
persona que cuando hace una declaración de paz en un comentario de facebook le
ponés un “me gusta”, pero cuando usa esos mismos argumentos en un caso
específico que te toca de cerca, te
molesta. Es el mismo que relató las absurdas causas que nos llevaron a la
Primera Guerra Mundial hace cien años, acá mismo, en Montevideo Étnico.
Que
vos que tenés la camiseta puesta, seas israelí, palestino, ruso, de Crimea,
pakistaní, iraquí o estadounidense me puedas traer miles de motivos por los
cuales estás combatiendo o apoyás a los que lo están haciendo en tu nombre, te
lo respeto, y te entiendo, porque estás adentro, y por más que quieras no podés
desprenderte de todo lo que te rodea, de todo lo que te formó desde pendejo. ¿Pero
sabés por qué en el fondo quiero creer en mi utopía? ¿Sabés por qué, a pesar de
ser totalmente pesimista con respecto a nuestra especie igual hago el intento
de pregonar por la paz y de despojar de falsos motivos las justificaciones de
la guerra? Porque de vez en cuando, muy de vez en cuando aparece alguno que
logra desprenderse de todo y sueña como una “miss universo”, así como lo hago
yo. Pero claro, vos eso no lo vas a poder entender. Vos que estás metido hasta
la médula nunca lo vas a poder entender, y quizás si algo muy en tu interior te
pide que lo hagas, no querrás hacerlo, porque no querrás traicionar todo por lo
que luchaste hasta ahora, pero quizás, quizás otros sí lo hagan, como todos los
que en el anonimato dieron refugio a judíos, eslavos o gitanos durante la
segunda Guerra Mundial, o como estos muchachos, de los cuales seguramente debe
haber también del otro lado de la trinchera, muchachos que reconocen en lo
dicho aquí algo de elocuencia, algo que los incomoda, porque ven en los civiles
muertos de la vereda de en frente a sus propios antepasados. Estos muchachos,
que aparecen en el primer video que te dejo a continuación lograron lo
imposible, demostrando que justamente no lo es, quizás sea extremadamente
difícil, pero no imposible. Ellos lograron despojarse de las verdades a medias,
de los eternos motivos que pretenden justificar lo injustificable.
Aprovechando
el poder de una maravillosa obra de arte, utilizo como ejemplo el segundo video
que les dejo a continuación, con su excepcional mensaje, más allá de que eleve
el valor del cine en las conciencias de los humanos y sea una obra exquisita a
mi entender, muestra que las realidades que antes nos golpearon nos siguen
golpeando, somos nosotros los que elegimos entrar en la rosca o intentar
convertirnos en seres pensantes.
Yo
sigo creyendo de alguna manera, muy en el fondo en esa utopía, porque hay otros
que alguna vez pensaron diferente a vos o siguen pensando diferente a vos, a
muchos, como Israel Shahak, como el Dr. Norman Finkelstein o estos jóvenes
judíos, así como hubo muchos iraníes que estaban convencidos de que matar
iraquíes no los llevaría al cielo, como seguramente hay tantos judíos que
aclaran que Israel no es sinónimo de judíos y repudian lo que ese Estado hace,
así como hay palestinos que a pesar del sufrimiento no justifican las matanzas
de civiles israelíes, así como alguna vez también hubo un tal Oskar Schindler.
Primer
video:
Segundo
video: